agosto 17, 2012

Vacíos de poder y de gobierno + Por eso narco escala violencia

 Aunque los cárteles del narcotráfico carecen de estrategas políticos, de todos modos se mueven por intuiciones de corto plazo. De ahí que la contraofensiva del crimen organizado en una docena de entidades de la república de la zona centro-sureste sea correlativa al vacío de poder y vacío de gobierno posterior a las elecciones presidenciales.
México vive uno de sus más inquietantes interregnos presidenciales: el partido del presidente Calderón perdió las elecciones, el PRI opositor llega sin un aparato de inteligencia y seguridad nacional suficientemente cohesionado y las oficinas oficiales para esos menesteres han sido atadas de manos, les pusieron una vendas en los ojos y no tienen prótesis auditivas luego de que los derechos humanos afectaron sus oídos internos y disminuyeron su capacidad.
A ello se agrega la incomprensión de algunas organizaciones e instituciones respecto a la decisión gubernamental de lanzar una ofensiva contra las bandas del crimen organizado que se habían sentado en zonas territoriales de soberanía del Estado. Las decisiones oficiales, de derechos humanos y en la Corte Suprema han hecho inefectiva la lucha contra los cárteles de la droga. Ello ha sido aprovechado por las bandas criminales para aumentar su criminalidad y arrinconar al Estado en espacios estrechos de los derechos humanos.
El acotamiento a las fuerzas de seguridad, la alternancia partidista en la presidencia de la república, la tardanza en la declaración de presidente electo han dejado prácticamente a la sociedad en un vacío de poder, de autoridad y de decisión de seguridad por, hasta ahora, dos meses. Y mientras más debilite López Obrador al próximo presidente de la república con acusaciones sin fundamento, la capacidad de gestión del poder presidencial será menor y a favor de las bandas criminales. El activismo del narco en los últimos días en Nuevo León, San Luis Potosí, Guanajuato, Zacatecas, Michoacán, Guerrero, Veracruz, Estado de México y Distrito Federal corresponde a ese vacío institucional de poder: el presidente saliente ya no tiene fuerza, los derechos humanos han paralizado la acción de seguridad y el próximo presidente tardará en ser reconocido y tendrá que lidiar primero con la campaña de descrédito del PRD.
A ello se agrega el avance del poder corruptor del narcotráfico: entidades de la república donde los funcionarios están al servicio de las bandas criminales, incapacidad de gobiernos estatales para crear policías resistentes a la corrupción del narco, políticos en activo al servicio del narco, corrupción del narco en sectores militares, políticos, empresariales, bancarios y ahora hasta altos niveles de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Y en medio de la parálisis del sector público lo mismo por corrupción que por decisiones de la Corte Suprema se desarrolla una campaña de desprestigio del poeta y anarquista católico Javier Sicilia en los Estados Unidos con la única intención de que el gobierno de Calderón detenga la ofensiva contra el narco y regrese de inmediato a los militares a sus cuarteles, lo que significa de modo automático la entrega de las plazas a los cárteles del narcotráfico. Sicilia fue a los EU a pedir más intervencionismo de la Casa Blanca en asuntos mexicanos.
La atención en el tema de inteligencia y seguridad nacional ha pasado, de modo natural, al candidato ganador de las elecciones, Enrique Peña Nieto. Y si en su entorno existe sensibilidad, entonces desde ahora debería de entender que el problema número uno de México no es el empleo, ni la reforma política, ni las reformas estructurales, ni López Obrador, ni la toma de posesión, sino la necesidad urgente de tomar desde ahora mismo los controles de las decisiones de seguridad nacional, sobre todo por la contraofensiva de los cárteles del narcotráfico en una docena de entidades.
Para colmo de la incomprensión hacia el uso de las fuerzas armadas, las acciones de violencia del crimen organizado en esas entidades no han podido detenerse con la policía sino que se hace necesaria e inevitable la intervención directa del ejército; pero sería comprensible que los militares sean más reacios en operar mecanismos de contención contra el crimen organizado si en estos días la Corte Suprema sigue acotando su accionar con los derechos humanos.
Lo grave del asunto es que los casos de violación de derechos humanos por parte de militares han sido daños colaterales o formaron parte de abuso de poder de militares que ya fueron juzgados por tribunales militares y, paradójicamente para la Corte Suprema, esos expedientes fueron enviados a tribunales civiles por los propios tribunales militares; en realidad, la Corte sólo ha decidido cuestiones de competencia de tribunales, no de negativa militar a castigar abusos. Pero los militares tendrían a su favor todas las razones para negarse a combatir delincuentes si la sociedad civil, la sociedad política y la sociedad judicial sólo están pensando en castigar abusos ajenos a comportamientos militares. Si la sociedad castiga a los militares, lo mejor es que los militares regresen ya a sus cuarteles y que la sociedad de defienda sola.
En este tiempo político de coyuntura delicada necesita Peña Nieto desde ahora mismo tomar las riendas del control de la política de inteligencia y seguridad nacional, así como en el pasado el presidente electo controlaba la Secretaría de Hacienda y la embajada de México en los EU. Las decisiones urgentes del gobierno de Calderón para encarar la contraofensiva del narco deben de estar avaladas por Peña Nieto como próximo presidente de la república.
Si Calderón y Peña Nieto van a esperar tres y medio meses para la entrega de los instrumentos de poder y en medio de una contraofensiva del narco, al país le esperan días más aciagos y violentos. Y peores si hasta ahora casi nadie se atreve a condenar al crimen organizado a pesar de que el 95% de los muertos en el sexenio fueron producto de una guerra entre cárteles.
Por Carlos Ramirez.
Post.RLB: Punto Político

La transición y los dinosaurios + El México que fue y ya no es


La anécdota ha sido contada aquí: días antes de su artero asesinato en el aciago 1994, José Francisco Ruiz Massieu preguntó a analistas de su confianza desde dónde se podría operar la transición democrática, si desde la Cámara de Diputados o desde la Secretaría de Gobernación.

Observador agudo de la transición democrática de España y coordinador de un libro sobre las transiciones que publicó en la entonces Fundación Siglo XXI del PRI, Ruiz Massieu había entendido una clave del proceso español por el papel de Adolfo Suárez en esa operación democratizadora, saliendo directamente del Movimiento, la falange política del franquismo, para democratizar el sistema: --Las transiciones las hacen los dinosaurios

En medio de la desesperación mediática de López Obrador para ocultar su segunda derrota en elecciones presidenciales, de medios agobiados por amarrar navajas en confrontaciones en las élites, de una violencia criminal no analizada, el tema del regreso del PRI al poder ha quedado relegado del verdadero debate que debiera darse en la segunda alternancia mexicana: qué tipo de PRI estará en el ejercicio del gobierno y qué tipo de sociedad existe en el país.
Por lo pronto, dos discursos no han sido insertados en la agenda de los debates políticos: el de Enrique Peña Nieto del 21 de mayo en el que definió la presidencia democrática y el de Manlio Fabio Beltrones el 9 de agosto en la reunión de grupos parlamentarios priístas con Peña Nieto. Más que por lo que prometieron en cuanto al ejercicio del poder por el PRI en su regreso a la presidencia de la república, ambos pronunciamientos pueden leerse también como el registro político por parte de los que serán jefes del ejecutivo y del legislativo sobre el México diferente que les tocará gobernar. En cuanto a pronunciamientos políticos, los dos delinearon lo que cambió en México y que, sin duda, impedirá la restauración del viejo régimen, aunque existe el peligro que la falta de reformas de las instituciones nuevamente permita un sistema político priísta bastardo.
En su discurso de la presidencia democrática --leído al calor del nacimiento del movimiento YoSoy132--, Peña señaló sus compromisos que no fueron sino, dialécticamente asumidos, el reconocimiento de la conquista social en los últimos años del viejo régimen priísta y en los doce años de gobierno panista. Es decir, serían los puntos que el PRI en la presidencia ya no podrá modificar, y en todo caso podría hasta enfrentar una profundización de esas prácticas políticas ganadas por la sociedad.
--Libertad de manifestación.
--Libertad de expresión.
--Derechos humanos.
--División de poderes.
--Elecciones libres.
--Transparencia y rendición de cuentas.
--Federalismo y transparencia.
Beltrones, por su parte, hizo una definición conceptual de largo alcance: ya no habló de mayoría o de primera minoría sino de “grupo mayor”, lo cual implica que el 41.4% de la bancada priísta sería el pivote de las reformas pero sin agobiar por su número. Lo importante es que los pronunciamientos de Peña Nieto y Beltrones se realizan antes de la toma de posesión de ambos de sus cargos y por tanto se convirtieron en puntos de compromiso que la sociedad y los medios debieran de asumir como puntos de referencia de sus actuaciones.
Asimismo, Beltrones también mandó un guiño en el artículo que publicó enReforma en lunes pasado al retomar los aspectos esenciales de su discurso ante legisladores electos priístas: la cita que hizo de Miguel Roca, uno de los arquitectos de la Constitución que cerró el candado de la transición democrática de España para evitar regresiones o restauraciones, y referida al papel político de los pactos o acuerdos entre las fuerzas políticas para consolidar los cambios democráticos. México ya consiguió la transición democrática al pasar de un régimen autoritario con partido dominante a procesos electorales que permitirán alternancia del PRI al PAN y del PAN al PRI.
Experimentadas dos alternancias, lo que le ha faltado a la transición mexicana y debe venir es la construcción de la democracia; por sí mismas, las alternancias son parte de la democracia pero no su esencia. México carece de un sistema político como el español que permita un Adolfo Suárez para operar simultáneamente una transición democrática-instauración democrática en sucesión de tres esquemas de tres años: reforma política para voto libre, reforma del modelo de desarrollo y pacto constitucional. La transición española fue programada, con una hoja de ruta; la de México ha sido de circunstancias, eludiendo las rupturas revolucionarias y violentas, de botepronto.
Estudioso de los Pactos de la Moncloa, el acuerdo entre todas las fuerzas políticas que modernizó el modelo de desarrollo de España y enterró el falangismo económico español, Beltrones parece haber entendido que la salida de la crisis del desarrollo de México se encuentra en el pacto-acuerdo de las reformas que modernicen el modelo de desarrollo. Sólo que el principal obstáculo para ese presunto Pacto Mexicano se localiza en la resistencia de grupos del falangismoeconómico mexicano --la estructura corporativa tanto empresarial como sindical-- y todos ellos configurados en el Estado priísta.
La ingobernabilidad mexicana sólo tendrá solución cuando las reformas a las instituciones promovidas por la élite gobernante sean cuando menos iguales a las exigidas por la reactivada sociedad mexicana. Hasta ahora, la reforma política en cámara lenta --1988-2000-- tapó hoyos y destapó otros y no obedeció a la única salida que tiene el país: la construcción de un nuevo consenso nacional, luego de que se agotó el consenso de la Revolución Mexicana. Ahí se verá si el PRI viene por la restauración o la reforma nacional.
Por Carlos Ramirez.
Post. RLB. Punto Político.