marzo 27, 2009

Obama: el palo y la zanahoria

Al viejo estilo americano --desde Nixon a Bush--, el presidente Barack Obama le aplicó a México el modelo del palo y la zanahoria. Luego de una ofensiva oficial negativa contra el gobierno de Calderón, la Casa Blanca salió con un Programa México basado en el intervencionismo.


Si se revisa la propuesta presentada por Janet Napolitano, ex gobernadora de Arizona y secretaria de Seguridad Interna de los EU, la Casa Blanca aumenta la presencia de personal policiaco y antidrogas en México y deja abierta la amenaza de movilizar la guardia nacional en la frontera con México.
Por tanto, el punto de partida del programa es el enfoque tradicional de que el problema del narco es de México, no bilateral. Por ejemplo, Obama promete obstaculizar el tráfico de armas de los EU a México, pero para nada toca el problema de origen: la facilidad de venta de armas dentro de los EU por la existencia de la Segunda Enmienda. Y otra: el consumo de drogas que genera su propia demanda tiene la justificación de los derechos individuales.

En este contexto, el Programa México de la Casa Blanca se enfila al fracaso. Mientras la Casa Blanca no tome la decisión de modificar las leyes locales para prohibir venta de armas o reprimir el consumo, la demanda de droga y su contexto criminal seguirá latente. En cambio, México debe preguntarse qué van a hacer en México 50 agentes de la Patrulla Fronteriza --la Migra-- en el DF si su tarea es vigilar la frontera. Y el aumento de agentes de la DEA en la frontera bilateral será una carga adicional por su estilo arbitrario, arrogante y poco profesional para investigar, además de que la oficina antidrogas opera con el mecanismo de la infiltración.
México debió de haber impugnado el Programa en base a una definición mucho más viable, si acaso se tratara de atacar directamente al narco: manden dinero, no policías. En este contexto cobra vigencia la que podría denominarse la Propuesta Oaxaca, definida por el gobernador Ulises Ruiz: utilizar recursos de fondos judiciales contra el narco para apoyar proyectos de inversión productiva en zonas dominadas por el narco. En Oaxaca se han experimentado dos líneas: el turismo ecológico y los invernaderos.
El mecanismo sería sencillo. Por ejemplo, utilizar fondos ahora asignados a la construcción del muro --que no servirá de nada-- para invertirlos en zonas de producción y en ciudades fronterizas donde el narco ha absorbido la demanda de empleo. Se trataría de cambiar la lógica productiva y de paso se ayudaría a disminuir la migración al sentar bases de arraigo de ciudadanos ahora condenados al desempleo. Se podrían utilizar, a decir del gobernador Ruiz, fondos del Banco Mundial y el BID con el sentido de apoyar la inversión en zonas donde los campesinos no tienen más ingreso que el narco. El presidente Calderón bien podría sorprender a Obama con una propuesta para desjudicializar el asunto del narco y enfocarlo como un problema social.
Asimismo, México debería exigirle a los EU que le entraran a cuando menos ocho problemas locales que determinan el problema de la demanda de droga y los problemas criminales adjuntos: bajar la venta de armas que hoy defiende la Asociación Nacional del Rifle, atacar la corrupción oficial dentro que permite el tráfico, penalizar el consumo de droga para dificultar el comercio, atacar en serio el lavado de dinero del narco en el sistema bancario estadunidense, desmembrar los cárteles de distribución de droga en las calles, atacar en serio el transporte interestatal de droga, impedir que la CIA y la DEA usen la droga como instrumento y convertir el tráfico de droga en un asunto local y no culpar a los demás de sus propios conflictos.

El Programa México de Obama fue preparado con la ofensiva de ataques contra México, cuyo punto culminante fue la acusación del jefe militar de que México es un Estado fallido. Arrinconado México, la Casa Blanca definió una propuesta que tiende a judicializar el tráfico de droga sin ningún compromiso local. Si se revista la Iniciativa Napolitano se encontrarán medidas contra México, invasoras de su soberanía y sin ningún compromiso que acepte la corresponsabilidad de los EU en el tráfico de drogas. México debería desempolvar la afirmación del presidente Díaz Ordaz: si México es trampolín del narco, es que los EU son la alberca por el consumo y el aprovechamiento financiero de los narcodólares.

Por lo demás, habría que evaluar el contexto político del Programa México anunciado por Napolitano: su espacio de acción sería una frontera dominada por la oposición política: los estados fronterizos del sur de los EU están gobernados por republicanos y los estados mexicanos fronterizos por el PRI, en tanto que Obama es demócrata y Calderón es panista. El Programa, por tanto, tendrá efectos políticos.
A pesar de la simpatía a su favor, Obama decidió el camino tradicional del viejo imperio que ve a sus vecinos como culpables y evita cualquier reforma interna. Por eso el Programa México está condenado al fracaso, en tanto los EU no decidan asumir la parte de culpa que les corresponde en el narcotráfico.

Por Carlos Ramirez.
Post RLB. Punto Politico.

1 comentario:

Señorita Viva México dijo...

Es cierto que el narco es mexicano, de México, pero tambien es cierto que les afecta a ellos. EUA sigue en esa postura infantil de no reconocer que tiene parte de la responsabilidad en esta lucha. Si no lo van a hacer no ayudan, y si no van a ayudar mejor que se dejen de hacer idiotas.