España: la economía, estúpido+ Democracia no sirve con crisis
Al analizar los mensajes de
campaña para las elecciones del pasado 20 de noviembre, el PSOE y el PP fijaron
su interés en los temas centrales: los socialistas convocaron a salvar la
democracia del acoso de la derecha y los populares centraron su argumentación
en el desempleo.
Sin embargo, las elecciones se resolvieron en una guerra de
marketing político.
La clave de los
posicionamientos políticos de los candidatos estuvo en el marketing electoral:
no cómo ofrecer a un aspirante que puede tener la solución a alguno de los
graves problemas del país, sino como vender una figura política. A pesar de la
gravedad de los problemas políticos, sociales y económicos, Mariano Rajoy como
centro-derecha pudo posicionar su mensaje por encima del candidato
centro-izquierda Rubalcaba.
La política se ha convertido
en un producto comercial. Por ello, por ejemplo, el candidato del PSOE dio un
giro espectacular a su imagen de campaña que mostró su debilidad: en la fase
final del último mes, el PSOE abandonó su color rojo simbólico y de pronto
cambió sus escenarios por un azul igual al del Partido Popular; los estrategas
socialistas se cansaron de decir que en alguna ocasión habían usado el azul,
pero en el fondo el azul era ya propiedad política del PP.
Con un mensaje de colores,
el marketing político quiso suavizar el exceso político del rojo y su efecto
agresivo en los electores; sin embargo, el candidato Rubalcaba no pudo entender
la lógica del marketing y le quitó efecto al cambio de color en su propaganda
con un mensaje agresivo: “pelea por lo que quieres”, junto a su foto con el
rostro tenso, de furia, y el puño cerrado.
En cambio, el PP encontró el
espacio obvio para su campaña: la crisis económica; y dentro de ella, el efecto
demoledor en las expectativas de los españoles de la cifra de 5 millones de
desempleados. Los estrategas de Rajoy centraron la campaña en dos elementos:
machacar la existencia del desempleo y ofrecer el cambio como una forma de
abandonar esa parte de la crisis.
Los estrategas del PP
pudieron entender la lógica del marketing al grado de que Rajoy no tuvo que
hacer más campaña e inclusive se cuidó de esconder las medidas de ajuste
macroeconómico que obligadamente tendrá que adoptar y que repuntarán un poco
más el desempleo antes de comenzar a crear empleos. La campaña del PP creó el
mensaje más sencillo que exhibía la incompetencia de los socialistas: “primero
el empleo”.
Pero más que competencia de
proyectos, de ideas o de enfoques, las campañas de los candidatos españoles se
dieron en el escenario del marketing político al asumir a los candidatos como
productos para vender.
Mientras que el PSOE
enfatizó más la defensa de un proyecto político aplastado por la crisis y trató
de azuzar el fantasma de la derecha, el PP eludió la confrontación ideológica y
centró sus temas de campaña en el desempleo como síntesis de la incompetencia
socialista para gestionar la crisis.
Acosado por los mensajes del
PP, el PSOE nunca pudo salirse de la caracterización del partido de la
profundización de la crisis económica. A ello ayudó el hecho de que el
presidente José Luis Rodríguez Zapatero se fue enredando cotidianamente con la
crisis por las presiones de la Unión Europea y se aisló en el palacio de La
Moncloa. Su vicepresidenta económica Elena Salgado fue reducida a una mera figura
decorativa, sin ninguna iniciativa para paliar la crisis. Cuando se dio a
conocer la cifra de 5 millones de desempleados, el gobierno de Zapatero se
escondió y no emitió ninguna declaración aclaratoria.
Los estrategas del marketing
electoral analizaron estos datos de la crisis económica en el proceso electoral
como una forma de ilustrar que un partido de oposición puede concentrar la
esencia de la crisis y de la incompetencia de gobierno en un solo concepto o en
una sola cifra fácil de manejar.
Si la oposición logra
imponer un dato, una cifra, como imagen de identidad de su adversario en el
imaginario colectivo, la tendencia de los votos será difícil de revertir. Para
responder a los ataques, Zapatero, el PSOE y el candidato Rubalcaba tenían que
crear un mensaje superior al de los desempleados y no pudieron. De ahí la
importancia de centrar las campañas del adversario en un tema y en una cifra.
Las campañas electorales
dejaron de ser ya promociones de personas y de proyectos y presentación de
ideas y se han convertido en mecanismos de manipulación de sentimientos,
sensaciones y pasiones.
El aspirante a candidato o el candidato en sí
mismo que crea que las campañas deben promover una idea propositiva están
perdiendo las elecciones con anticipación. Y dentro de los puntos más sensibles
están las cifras del deterioro económico o alguna cifra que ilustre o resume el
lado negativo del adversario.
Los dos temas centrales de
la campaña del PP de Rajoy fueron demoledores: el desempleo como índice de la
incompetencia en el ejercicio del gobierno y el uso del sustantivo cambio para
mandar el mensaje de que el partido en el gobierno carecía de ofertas contra la
crisis y tenía que irse.
Por eso es que el voto por
la alternancia PP no se basó en la racionalidad de que el PSOE había fracasado
en la gestión de la crisis sino en que tenía que irse del poder sin importar si
el relevo del PP sería capaz de ofertar una salida a la crisis o si había
alguna propuesta de fondo; no, el asunto se resumió en el voto de castigo: echar
del poder a los socialistas por la crisis.
Los partidos de oposición
han logrado explotar electoralmente tres factores: el cambio, la esperanza y la
existencia de otro camino; La campaña de Barack Obama en 2008 fijó las nuevas
coordenadas del marketing político, aunque su fracaso en el gobierno lo hayan
colocado paradójicamente en el objetivo de la oposición que usa el modelo de
Obama sólo que en su contra.
Lo
que quedó claro en España es que las elecciones se reducen a la venta de un
candidato, no a la oferta de una esperanza.
Por Carlos Ramirez.
Post RLB. Punto Politico.
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