AMLO gramática de democracia + Quiere cambiar forma de gobierno
A pesar de tener la
licenciatura en ciencia política de la UNAM, Andrés Manuel López Obrador
está confundiendo los términos de su lucha: lo que pelea no es
la democracia como filosofía política sino como mecanismo procedimental.
Lo malo es que está alzando
a las masas en un Plan Nacional de Defensa de la Democracia pero mañosamente habla
del concepto de democracia como forma de gobierno cuando su insatisfacción es
con el procedimiento de elección de gobernantes.
En el fondo y a partir de su
formación como agitador social, López Obrador está desprestigiando la
democracia representativa para privilegiar su modelo de democracia directa.
El asunto no es nuevo: lo trató en 1993 el politólogo Giovanni Sartori --que
conoce perfectamente México-- al señalar que la democracia representativa es un
sistema de suma positiva en la que todos ganan, en tanto que
la democracia directa es un juego de suma cero en la que todos
pierden.
Al lanzarse contra las instituciones electorales
que fueron reformadas por la sociedad y sus partidos y sin intervención del
gobierno, López Obrador está destruyendo la credibilidad y por
tanto la existencia de las instituciones básicas de la democracia, aunque
tramposamente lo hace en nombre de la democracia.
La confusión del
candidato presidencial perredista derrotado radica en el concepto de democracia
como procedimiento de relevo de gobernantes por la vía del
voto y por tanto como ejercicio democrático, pero lo condiciona a
la democracia de plaza, de mano alzada y directa que él ejerce
desde la masa como presentante única de la sociedad. La
democracia representativa es el único mecanismo que garantiza el
modelo de democracia que reconoce la pluralidad y ésta se acomoda vía los procesos
electorales.
Paradójicamente, la
democracia directa es la que establece la condición de menos democracia
que la representativa. Lo señaló Sartori en su libro ¿Qué es la democracia?,
por cierto circulado en 1993 en México en una coedición del Tribunal Federal
Electoral y el Instituto Federal Electoral: “la democracia directa termina
por ser suma nula y, por tanto, un mecanismo que a) agrava los
conflictos y que b) activa el principio mayoritario absoluto”.
La democracia representativa
es la que refleja la pluralidad de la sociedad a través de la
representación de todas las fuerzas políticas; por eso unas
ganan y otras pierden pero en las estructuras de reparto de posiciones de
poder todas las fuerzas obtienen sus parcelas. La democracia
directa impone el principio del poder como poder coercitivo y
dominante porque excluye a las minorías.
López Obrador confunde la
democracia con el reconocimiento a sus denuncias, pero sin respetar
los procedimientos que los grupos plurales se dieron desde 1996 cuando le quitaron la
estructura electoral al gobierno y al Estado priísta. La democracia como
mecanismo procedimental cumple con requisitos y sobre todo con
reglas: campañas, elecciones, conteo, denuncias, resultados finales, desahogo
de quejas y la parte más importante del proceso electoral como
ejercicio directo de la democracia: la aceptación de
resultados.
Muy a su estilo, López
Obrador ha llevado al país a unas de las falacias del poder
absolutista del cesarismo: condicionar la existencia de democracia a su victoria
electoral; y si no gana, entonces no hay democracia. La gramática
de la democracia lopezobradorista es absolutista, dictatorial, cesarista y
sobre todo personalista. Lo contradictorio del asunto es que el PRD
ha participado activamente en todas las reformas electorales y
que fue pieza clave en la de 2007-2008 para supuestamente corregir las
irregularidades de la elección presidencial del 2006 y ahora es el PRD el que
hace alianza con López Obrador para liquidar los
mecanismos democráticos existentes.
Para López Obrador, la defensa de
la democracia consiste en atacar a las instituciones electorales de la
democracia; pero el PRD y el tabasqueño tuvieron representantes en
el IFE y participaron en la elección de consejeros electorales y magistrados
electorales. Así, defender la democracia consiste, para el
lopezobradorismo, en obligar a las instituciones democráticas
a romper con sus reglas jurídicas estrictas para las que fueron creadas.
La democracia se defiende con
democracia, es decir, con sus propias reglas aprobadas por todas
las fuerzas políticas, en tanto que la no-democracia es la
exclusión de la pluralidad social para beneficiar al que llene las plazas de
masas aunque no llene las urnas.
Por tanto, López Obrador es
un renegado de la democracia, aunque en nombre de la
democracia. La única defensa de la democracia es la que
protege las reglas e instituciones aprobadas; pero el PRD y el PAN de Madero
quieren definir sus propias reglas democráticas. Si las
instituciones judiciales electorales no responden a las expectativas, entonces
el camino es el legal: de la ley a la ley. El PRD y el PAN de Madero han
tenido años para reformas las instituciones, han participado
en algunas reformas y nada hicieron para evitar las presuntas
irregularidades de las pasadas elecciones presidenciales.
La estrategia de López
Obrador es la de movilizar a sus masas contra las
instituciones electorales para destruirlas y entonces erigir sobre sus cenizas
la democracia directa que impone, diría Sartori, el “principio
mayoritario absoluto”. Paradójicamente fue el mismo mecanismo
político absolutista del PRI anterior a la democratización electoral. El PRD
avaló el actual sistema institucional electoral que garantiza la
participación democrática, porque aun suponiendo la compra de votos el elector
depositó sin coerciones su boleta en libertad. Por ello la
siguiente reforma electoral debe penalizar las formas de
compra de votos, pero sin destruir el sistema electoral ni condicionarlo al
cesarismo.
López Obrador quiere ganar
sobre la destrucción del sistema democrático existente. Todo
esto lo enseñan en ciencia política, pero López Obrador tardó
más de quince años en titularse. Por algo sería.
Por Carlos Ramírez.
Post RLB. Punto Político
No hay comentarios.:
Publicar un comentario