Se nos dijo.
“Se dijeron muchas cosas antes de las
elecciones. Pocas resultaron ciertas.”
Se nos dijo que la financiación de los partidos políticos
debía ser pública para evitar la intromisión del crimen organizado. Pero aunque
los contribuyentes pagamos el costo de los partidos, el crimen organizado
parece tener cada vez mayor presencia en ellos.
Se afirmó que si se prohibía a los partidos y a los
ciudadanos contratar tiempos de radio y televisión se eliminaría la influencia
política de las televisoras, pero esta influencia ha aumentado en lugar de
disminuir.
Se señaló que si el IFE monopolizaba la contratación de
anuncios políticos en radio y televisión se reduciría la “espotización” de las
campañas. Pero de 750 mil spots de campaña en 2006 pasamos a 44
millones en 2012.
Se dijo que si se despojaba a las televisoras y
radiodifusoras de tiempo para los spots de los partidos se reduciría el costo
de las elecciones. Pero en este 2012 tuvimos las elecciones más caras de la
historia, tanto por costos oficiales como por los extraoficiales.
Se afirmó que una ley que castigara las expresiones
“denigrantes” hacia candidatos o partidos evitaría las guerras sucias, pero
éstas alcanzaron más fuerza que nunca en 2012, particularmente en las redes
sociales.
Se dijo que si se destituía a los consejeros electorales del
2006, y especialmente al consejero presidente, Luis Carlos Ugalde, tendríamos
comicios más justos y sin cuestionamientos. Se escogió a nuevos integrantes del
IFE, con un ex miembro del Partido Mexicano de los Trabajadores como
presidente, pero una vez más la izquierda cuestionó la honestidad de los
consejeros electorales.
Se aseveró que si se establecía un límite de 336 millones de
pesos al gasto de cada uno de los candidatos a la Presidencia, éstos sólo
gastarían esa cantidad. Al parecer todos, o casi todos, gastaron más.
Se nos dijo que si se fijaban reglas estrictas y auditorías
para el gasto de los partidos políticos se evitarían las impugnaciones. Ahora
se dice que las reglas y las auditorías son parte del complot.
Se afirmó que si los candidatos firmaban el pacto de
civilidad se evitarían los conflictos postelectorales, pero Andrés Manuel López
Obrador, que lo firmó, cuestionó la legitimidad de la elección.
Se dijo que el recuento voto por voto en las casillas
evitaría un fraude como el que supuestamente tuvo lugar en el 2006; pero tras
el recuento de 68 mil de los 143 paquetes electorales, en que no se encontraron
irregularidades, se hizo una nueva acusación de fraude.
Se afirmó que si se daba el resultado del conteo rápido del
IFE en la noche de la elección se evitarían las suspicacias del 2006, pero el
anuncio del resultado la noche del 1o de julio sólo llevó a que se cuestionara
la limpieza de los comicios.
Se dijo que si la diferencia entre el primer y el segundo
lugar era amplia, en lugar de ser tan cerrada como en el 2006, no habría un
conflicto postelectoral. Pero un margen de victoria de 3.3 millones de votos, o
6.5 por ciento, no impidió que se cuestionara la legitimidad de la elección.
En fin. Se dijeron muchas cosas antes de las elecciones.
Pocas resultaron ciertas.
Por Sergio
Sarmiento
Post. RLB. Punto
Político
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